En un mundo saturado de imágenes, discursos vacíos y consumo acelerado, la moda ha encontrado un nuevo rol: convertirse en una forma de resistencia silenciosa pero poderosa.

Moda como resistencia. Foto: Rrevista.

El estilo personal, más allá de ser una declaración estética, es un manifiesto político que se escribe sobre el cuerpo. Hoy, vestirse puede ser un acto de disidencia, una forma de pertenencia o una herramienta para desafiar narrativas impuestas.

La moda ha sido históricamente un reflejo del contexto social. Desde los uniformes de los movimientos sufragistas hasta el uso del denim como símbolo de protesta obrera, la ropa ha funcionado como lenguaje político. Actualmente, frente a un sistema que regula cuerpos y estéticas, el estilo personal se convierte en un medio de afirmación para quienes han sido marginados: cuerpos racializados, disidentes, queer o no normativos que encuentran en el vestir una forma de decir “aquí estoy”.

De la misma manera, en este tiempo de TikTok y Pinterest, donde las microtendencias nacen y mueren a velocidad de scroll, tener un estilo propio es un acto profundamente contracultural. Estéticas como clean girl o blokette dictan cada semana nuevas normas visuales, imponiendo necesidades específicas de consumo.

Lejos de liberar, muchas veces estas modas uniforman, diluyen la autenticidad y alimentan el sobre consumo.

Frente a esto, apostar por un estilo propio es una forma de resistencia íntima. Implica decir no a la lógica de lo desechable y vestirse desde la intuición, desde la historia personal, desde lo que incomoda o desde lo que no busca complacer. Elegir con intención, reutilizar, diseñar desde la identidad individual: todo esto representa una declaración de autonomía frente a un sistema que nos uniforma. Es reclamar al cuerpo como espacio de autonomía, donde no se responde al algoritmo sino a una narrativa propia. El contraste resulta evidente: mientras el algoritmo acelera y homogénea, muchas personas reaccionan buscando autenticidad, sostenibilidad y resistencia. El reutilizar, repetir, arreglar y recuperar piezas, ya es parte de un movimiento social que su objetivo es generar conciencia acerca de lo que ya tenemos y podemos seguir usando.

Las tendencias no nos visten, nosotros hacemos de la tendencia parte de nuestro estilo. Finalmente, cabe hacer una reflexión acerca de una era donde todo pretende convertirse en mercancía.

Reivindicar el estilo personal es una forma de recuperar la voz individual. Rehusar microtendencias, reducir el consumo, vestir con intención: no es una moda, es una postura política que cuestiona el capitalismo de repetición.

En un tiempo donde todo busca volverse mercancía, la moda, cuando nace del deseo propio, puede ser un acto de libertad y disidencia.

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