
Ya sea que las ames y las pongas en cada rincón de tu casa, o te parezcan el regalo más superficial, las flores se han recolectado y compartido desde la antigüedad apreciadas por su forma, color y aroma.
Regalar flores se ha vuelto un ritual de eventos conmemorativos: las recibimos cuando celebramos un logro, un nuevo empleo, un grado académico, dar la bienvenida a un nuevo integrante en la familia, y si se trata de parejas, se espera recibirlas en aniversarios o cualquier momento porque son muestras de cariño, pero…
¿De dónde viene la práctica de regalar flores entre los enamorados?


En Europa, durante la época Medieval y el Renacimiento, las flores adquirieron un simbolismo, principalmente en el arte renacentista, en donde se reforzó su significado a través de la pintura o la poesía.
Fue en la época Victoriana cuando se popularizó la floriografía, “el lenguaje de las flores”, atribuido a la aristócrata, escritora y pionera de la medicina Lady Mary Wortley Montagu que también introdujo la inoculación contra la viruela en Europa, y que en sus cartas contaba a sus amigos sobre el Selam, costumbre otomana de otorgar significados simbólicos a objetos, principalmente a las flores y plantas.

Así, el uso de las flores como medio de comunicación se extendió por Europa, como respuesta a la moral imperante y el decoro de la época Victoriana que exigía discreción y recato. Las flores permitieron comunicar significados entre los enamorado que de otro modo no se podían expresar.
Fue tanto su auge que en el siglo XIX se publicaron libros como Le Langage des Fleurs (1819) de Charlotte de la Tour, que explicaban el significado de cada flor y su color. Lenguaje que en la actualidad se ha modificado, pero mantiene su esencia de la misma manera que las flores continúan como un regalo predilecto entre las parejas para comunicar su amor.






