Para esta temporada, la Maison hace del tono un lenguaje propio, apostando por una paleta que equilibra la sofisticación con la audacia: rojos intensos, azul cielo, rosa pastel, café y verde limón.
En vestidos que desfilan entre la teatralidad y la intimidad, Alessandro Michele transforma estos tonos en auténticas piezas de arte, reafirmando el poder narrativo del color como herramienta de expresión personal. Esta paleta, lejos de ser rígida, se adapta a múltiples interpretaciones: desde el glamour más sofisticado de una gala nocturna, hasta la frescura de un look urbano con carácter.

La propuesta cromática de Valentino establece un nuevo canon de elegancia, donde la versatilidad se convierte en la clave de un estilo atrevido y al mismo tiempo refinado. Un manifiesto visual que demuestra que la moda no es únicamente vestir, sino comunicar, emocionar y dejar huella.
Con esta temporada, Valentino confirma que el color es, y seguirá siendo, una de sus más poderosas firmas de estilo.




