Ariadne Rodriguez

Fuente: Pinterest

Durante décadas, la figura de la It Girl ha simbolizado una mezcla inasible de estilo, carisma y autenticidad. Desde los clubes londinenses de los 2000 hasta los feeds de TikTok actuales, el concepto ha evolucionado de la fascinación por un ideal estético hacia una noción más fluida de influencia cultural. Hoy no se trata solo de vestir bien, sino de representar una forma de pensar, consumir y habitar el mundo.

En sus orígenes, el término It Girl surge en los años 20 con la actriz Clara Bow, apodada así tras protagonizar la película It (1927). Ella encarnaba un magnetismo moderno y despreocupado: una mujer segura, carismática y libre para desafiar las normas. A lo largo del siglo XX, el concepto fue adoptando nuevos rostros, Twiggy en los 60, Edie Sedgwick en los 70, Chloë Sevigny en los 90, todas figuras que redefinieron el atractivo femenino según los códigos culturales de su tiempo.

Sin embargo, fue en los 2000 cuando Alexa Chung cristalizó el arquetipo de la It Girl contemporánea. Su estilo «effortlessly cool», mezcla de prendas vintage, camisas masculinas y ballet flats, representaba una rebeldía contenida frente al glamour ostentoso de la época. Chung no era solo modelo o presentadora, era una personalidad que traducía la moda en lenguaje cotidiano. A través de sus colaboraciones con marcas como Mulberry o su influencia en Tumblr, definió la idea de que una It Girl no se construye únicamente desde la fama, sino desde la coherencia entre estética y actitud.

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En la actualidad, el concepto ha mutado profundamente. Emma Chamberlain, por ejemplo, representa una It Girl nacida del ecosistema digital. Su ascenso no vino de pasarelas ni alfombras rojas, sino de YouTube. Su autenticidad imperfecta, editando sus propios videos, mostrando vulnerabilidad y humor, la convirtió en un referente generacional. Hoy, colabora con Louis Vuitton, conduce la alfombra del Met Gala y redefine lo que significa el “it” en un contexto donde la influencia se mide por conexión, no solo por aspiración.

La It Girl de hoy es, más que un símbolo de estatus, es una figura de autenticidad performativa, cuyo magnetismo radica en la capacidad de construir un relato propio. Las nuevas It Girls son creadoras de discursos, más que simples musas. La estética del “yo real”,imperfecta, irónica, espontánea, es ahora una estrategia de influencia y marketing emocional.El poder de las It Girls contemporáneas reside en su habilidad para moldear comportamientos de consumo y redefinir el vínculo entre marca y público. Si antes eran figuras a observar, hoy son espejos con los que millones buscan identificarse. La transición de Alexa Chung a Emma Chamberlain ilustra, en esencia, la democratización del deseo: de la chica inaccesible al rostro familiar del internet.

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